jueves, 5 de junio de 2014

Najdorf x Najdorf x Martín Butera

Periodista: Martín Butera
Camara: Mark Van Marx

Una historia entrañable
Miguel Najdorf (1910-1997) llevó al ajedrez argentino a su punto más alto. Sus logros individuales y colectivos lo convirtieron en uno de los ajedrecistas más destacados de este siglo: fue subcampeón olímpico representando a la Argentina y a Polonia, ganó ocho veces el torneo nacional de ajedrez y su récord mundial de partidas simultáneas a ciegas no ha sido superado aún.

Su vida privada es un ejemplo de alguien que, superando los peores problemas, se construye a sí mismo: nacido en Varsovia, integró el equipo olímpico polaco que viajó a la Argentina en 1939. La invasión alemana a su tierra natal lo obligó a quedarse en el país. En la guerra, perdió a su mujer, una hija y al resto de su familia. Con su habilidad ajedrecística y su capacidad para superarse volvió a armar su vida en Buenos Aires en donde tuvo dos hijas más y cinco nietos.

Contradictorio y genial, Najdorf fascinaba frente al tablero y también en todos los aspectos de la vida. El relato de su hija Liliana lo muestra en toda su dimensión, con sus defectos y virtudes, sus momentos de gloria y sus caídas.


Prólogo de la autora:
Siempre quise escribir la biografía de mi padre. Todos los que lo conocimos coincidimos en que vivió una vida que merece ser contada. Atravesó situaciones de infierno, conoció a gente importante, renació como el ave fénix, pensó sabiamente y ostentó una locura de novela. De hecho, varias personas intentaron muchas veces pasar su historia a un libro. Él mismo se lo propuso y sin embargo no pudo.
Hace unos años alguien muy cercano a mí también trató de escribirlo. Eduardo es terapeuta. Su profesión de ahondar en historias estimuló a mi padre a recordar la suya. Lo entrevistó durante horas y documentó su relato respetando la expresión casi literal de su decir extranjero, que nunca abandonó pese a los muchos años en el país. Trabajó intensamente, pero como habitualmente pasa con las cosas cuando no han de ser, poco a poco y sin un motivo específico el proyecto se fue diluyendo. Hoy tengo carpetas, notas y resúmenes que él me legó para continuar con la tarea.

Un tiempo antes hubo todavía otro intento. El Viejo publicó artículos y comentarios sobre partidas en el diario Clarín durante más de veinte años. Allí conoció a un escritor con quien programó encuentros regulares para gestar Su biografía. La idea era que el libro contara con un anexo con sus mejores jugadas, por lo que se agregaba a la reunión Luis Scalise, un periodista de ajedrez que sería encargado de seleccionarlas. Pero evocar el pasado le recordaba su tristeza, y creo que ése fue el motivo por el que finalmente se suspendió la tarea.

“Para escribir un libro de mi vida hay que ser ajedrecista, porque yo pienso como jugador y el que no es un jugador piensa en otra forma”, decía. Se llamaría "El hijo de Caissa" .
Pero nunca nadie pudo hacerlo.

Había algo en el relato de su historia que era magnífico en su voz y que deslucía en el papel. O quizás nos frenaba la exigencia de pensar que su vida. Era más y mejor que la capacidad literaria de cada uno de nosotros, o vaya uno a saber. Lo cierto es que hoy cuento con una parva de borradores de un montón de intentos frustrados y ningún resultado acabado.
Hasta que mi padre murió.

Al regresar del cementerio, al final de la fiesta absurda que fueron tanto su velorio como su entierro, supe que ahora sí había llegado el momento de dejar un testimonio de este viejo loco, imbancable y maravilloso que finalmente y después de tanto y tantísimo anunciar su partida se había ido.
Su muerte hizo barullo. Era una persona famosa y desde que murió hasta que lo enterraron compartimos los rituales de la despedida con cámaras de televisión, diarios, reportajes y una multitud que se acercó hasta nosotros. Sin embargo: al alejarme de su tumba pensé que poco se recordaría de él dentro de unos años entre quienes fueran ajenos al ajedrez y sospeché que a mis nietos y a sus hijos sólo les llegaría quizás alguna anécdota difusa junto con una copa o una medalla oxidada de este personaje diferente y grande que los precedió en la sangre.
Y entonces decidí escribir esta historia. Para ellos que todavía no existen, desde mis cuarenta y seis años y mi lugar de hija recién orfandada, madre dedos jóvenes a punto de iniciar su vuelo.
Desde este siglo que se muere, en Buenos Aires.